Escrito por: Juan Manuel Ostoja, CEO de la Corporación Educativa San Ignacio de Loyola (USIL).

Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en una reunión con algunos de los miembros del Board de Gobernadores de la Universidad de Chicago, mi alma máter. Fue interesante aprender cómo se maneja una universidad de clase mundial, donde los planes a largo plazo y las grandes decisiones de inversión están en manos de un Board conformando por un grupo selecto de profesionales de destacada trayectoria, en su gran mayoría exalumnos de dicha universidad y que no tienen dependencia económica, ni conflicto de intereses con la institución.

Por otro lado, la elección del Rector y Decanos es realizada a través de una búsqueda de alto nivel con head-hunters, lo que les permite seleccionar a los mejores profesionales disponibles en el mercado local o en el extranjero, apelando a la más estricta meritocracia, sin restringir la selección a un pequeño grupo de profesores al interior de la misma universidad. Los catedráticos, muchos de ellos premios Nobel en sus respectivas áreas, se centran principalmente en la investigación y la docencia, y los alumnos se dedican a estudiar.

Es interesante cuando uno compara esta situación con la realidad de la Universidad tradicional en el Perú, que funciona bajo un modelo asambleísta con tercio estudiantil. Las autoridades que emanan de este asambleísmo politizado son elegidas por los mismos profesores, y provienen de un pequeño grupo de candidatos al interior de la misma institución, configurando un claro caso de clientelismo académico.

Además, los alumnos, sin haber concluido aún sus estudios profesionales y sin la mínima experiencia requerida, forman parte de los órganos de gobierno y deben tomar decisiones estratégicas y presupuestales para el futuro de la institución. Vemos así que esta distorsión en los roles genera un grave problema de gestión que influye en la proyección de la universidad tradicional en el Perú.

Esta situación no se presenta en el grupo de nuevas universidades privadas asociativas y societarias que forman parte de la Federación de Instituciones Privadas de Educación Superior (FIPES). Las universidades de FIPES cuentan en su mayoría con sistemas de gobierno eficientes, con Directorios conformados por profesionales de destacada trayectoria, que eligen a su Rector y autoridades a través de una búsqueda con head-hunters y no con elecciones politizadas que consagran argollas ineficientes.

No es casualidad entonces que por una mejor gestión que responde a una visión moderna y global de la educación superior, estas nuevas universidades privadas estén avanzando rápidamente, ocupando lugares cada vez más destacados en los rankings de universidades en el Perú, como es el caso del último ranking de la calidad educativa universitaria de la revista América Economía que este 2015 confirma la tendencia en alza de este nuevo modelo de universidades.

La nueva Ley Universitaria vigente desde julio del año 2014 contiene medidas que restan competitividad al sector y limita el uso de la tecnología en la educación online. Por otro lado, esta ley no considera cambio alguno en el actual sistema de gobierno de las universidades tradicionales y mantiene el gobierno a través de asambleas universitarias con tercios estudiantiles, lo que permite en muchos casos que los altos cargos de dichas universidades se repartan entre un grupo de autoridades que logran perpetuarse en el poder.

El Perú necesita una educación superior que modernice los sistemas de gobierno de las instituciones tradicionales tomando como ejemplo a las mejores universidades del mundo. He aquí un derrotero pendiente que han de asumir las nuevas autoridades del sector educación del gobierno que se avecina.

Fuente: DiarioGestión/11-12-15/Pág.21/Opinión